Vida en desorden

Conoces casi todos los métodos de auto mutilación, has experimentado con la mayoría de barbitúricos que conoces y, no son pocos. Los objetos afilados que se encuentran al alcance de tu mano, ya no esconden misterios para ti.
Has recorrido con la mente cada poro de tu piel. Repasado con las yemas de los dedos inquietantes cada pequeña incisión producida premeditadamente. Visto cada deformación, cada marca producida por el sufrimiento del esfuerzo, hasta tal punto, que ahora, te sientes incapaz de no rechazar la imagen que te devuelve el odiado espejo.
Te sientes rechazada, infeliz con lo mucho que posees. Derramas lágrimas que resultan malgastadas por incoherencias que te saturan el cerebro.
Te encuentras inmersa por voluntad, en un “jet lag” de pensamientos escabrosos y, tu lóbulo temporal derecho sufre las consecuencias de no prestar atención. Te juega malas pasadas, sin duda.
Tu imagen ha sido distorsionada por pequeños hematomas que te produces a conciencia. Te pesa la estructura y la conciencia y es lo único que puede pesarte. Ya solo te alimentas de remordimientos que corroen la miseria que puedes ofrecerles. Olvidaros del banquete.
A veces te sorprendes recordando lo que fuiste y, ahora, sabes que es demasiado tarde. Solo aspiras a esperar, a mantenerte entre escenarios de color sin ser absorbida por una oscuridad que te acompaña a diario. Ya no te interesa demostrar ni aparentar. Has aprendido, demasiado tarde...
Viertes lágrimas teñidas de un negro sepulcral sobre las páginas de tu caótico libro de la vida en desorden.