La oscuridad bañaba la desolada estancia. Una silueta iluminada por la farola de la calle se mantenía inerte frente a la única ventana de la habitación.
- Date la vuelta.
Y lo hizo.
Una lágrima empezó a resbalar por su rosada mejilla mientras le apuntaba decidida en alguna zona entre su cabeza y su pecho. El aire estaba tan cargado que le costaba respirar y las lágrimas se mezclaban con la evidente suciedad al chocar contra el suelo.
Hacía años que no veía a Jonny, lo creía en prisión o ingresado en algún psiquiátrico, pero ahora lo tenía delante y estaba apuntándole con su revolver.
Podía notar el miedo en su mirada y esas lágrimas fingidas no iban a ablandar su ya frío corazón. Había dedicado demasiados años a planear su venganza, demasiadas horas malgastadas sobre ese colchón. Él no estaba loco. Lo había gritado mil y una vez.
Aún podía recordar como su padre entraba en su habitación cuando él sólo era un crío, despacio, sin hacer ruido... como le acariciaba la piel por debajo de su infantil pijama, como le obligaba a tocarle, a masturbarle hasta que el hijo de puta se corría en su cara y le daba unas palmaditas en la espalda después de recordarle lo mucho que le quería, lo buen niño que había sido.
Tuvo que hacerlo, tuvo que matarlo sin compasión. Y su hermana Susann, le mandó a prisión. Tantos años de su vida malgastados entre rejas... Pero por fin había llegado su momento.
El sonido inquietante del móvil les sobresaltó devolviéndoles a la realidad del momento. Susann descolgó, no sin dejar de apuntarle.
- ¿Susann? ¿Susann? Te llamo desde el hospital. Deberías venir... ha sucedido algo. Tu hija... Han encontrado a tu hija en la calle, parece que ha sido...
- No sabía que tu hija era virgen...
Y las paredes se tiñeron de rojo intenso y la habitación se lleno del hedor de la sangre que emanaba del cráneo abierto del agresor.