Mi musa
Mi musa voló. Voló tan alto que mis pies pegados al suelo no lograron despegar. Se convirtieron en parte del asfalto, una estructura rígida de cemento plantada en mitad de un lugar perdido en mi imaginación. Y mi mano escarchada se rompe en mil pedazos al alzar un brazo de metal.
La vi volar, sobrevolar edificios de cristal donde se ocultan pequeñas hormigas regidas por lo cotidiano de la actualidad. Observe como se detenía a mirarme con una sonrisa maligna dibujada en sus deformados labios y una mirada extraña en sus ojos transparentes. Me retaba, a mi, fiel creyente de lo irreal. Me invitaba a seguir sus pasos en un baile ritual, en una danza perversa donde sus movimientos me intentarían seducir para así ganar su propia batalla.
Mis ideas se expandían por doquier en una calle de pensamientos donde las casas del saber resguardaban inquilinos dispuestos a contemplarme desde la penumbra de su inteligencia.
Y baile, realice giros irracionales contorsionando el tronco, sin mover los pies. El viento acariciaba con su dulce mano mi mejilla fría de latón mientras con los ojos desorbitados mi musa me contemplaba en esa danza sin igual, sintiéndose inevitablemente atraída hacia mi.
Vencí, le gané la partida al tiempo y a la imaginación. Le corté las alas para que no pudiera volar.
La guardo bajo llave en el cajón de mi mente… hasta un nuevo enfrentamiento.
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