Rindiéndose al placer

A veces puedo notar como repasas mi corazón, con un solo dedo, acariciándolo sin percibir su latido constante y acompasado, más lento a medida que avanza el tiempo que te sobra y le escasea.
Te recreas en mi propio anhelo, manipulas mis sentidos al vaivén de tus caderas, al compás de cada movimiento que tu cuerpo desnudo ejecuta sobre mi cama. Tu elixir me emborracha y me nubla unos ojos repletos de tu figura, cegados por promesas incumplidas y excesos de placer.
Dejaste tus húmedas pisadas en el suelo, manchadas de deseo junto a mi cama. Tu sonrisa aún descansa en mi mesilla de noche y la almohada apesta a ese perfume barato que acostumbras a utilizar... La toalla que cubría tu cuerpo se ha convertido en mi manta en este solitario amanecer teñido de cigarrillos y con hedor a alcohol. Todavía conservo bajo mi lengua de trapo el agrio sabor de tus besos color carmesí.
Entre sombras vagamente reproducidas por una mente en ebullición puedo ver tu rolliza silueta cerrando la puerta tras de si. El ambiente sigue cargado de esa extraña electricidad que precede al acto sexual...