Sola

A veces se sentaba a hablarle a la Luna, a suplicarle un rincón a su lado.
Soñaba despierta con poder volar. Se imaginaba suspendida en el aire con el pelo alborotado y los rayos de Sol sonrojándole las pálidas mejillas.
Ese era su lugar favorito, frente a la ventana de este ático completamente exterior. Era su refugio, pues se había acostumbrado a compartir su tiempo y espacio con la soledad.
A menudo se paraba frente al espejo asqueada por la imagen que éste le devolvía con malicia. Odiaba su cuerpo, esos contornos redondeados que ni la ropa ancha lograba disimular.
Se había convertido en un espectro. Ya no le dolían ni los insultos, ni los cuchicheos en los corrillos que se formaban en esa escuela a la que ya no quería ir. Ni siquiera le dolían los empujones o las bofetadas de aquellos que fueron sus amigos una vez.
No hablaba. Su silencio enloquecía a su madre, que ya no sabía como traspasar la burbuja en la que su hija parecía vivir.
Las lágrimas resbalaban a placer por sus mejillas, como sucedía a menudo. Sus tímpanos se habían acostumbrado a escuchar una y otra vez la misma palabra... Gorda. Y se repetía a si misma que ellos tenían razón.
Estás gorda, admítelo.
Se mortificaba ojeando revistas dónde los cuerpos esbeltos aparecían por doquier.
El viento primaveral que se filtraba por la, ahora, ventana abierta, le secaba las mejillas y le creaba sensación de libertad. Esta vez sólo se dejaría llevar...
Y mientras caía se sentía cobarde. Cobarde por tirar la toalla y dejarse vencer.
Bulling... Decían que venía del inglés, pero eso a ella ya le daba igual. Sólo era una nueva moda de nombre burlesco, ella una nueva víctima de la sociedad.