Inspiración

Estaba solo en el sillón que sólo usaba en momentos de nula inspiración. La copa de su mejor vino se tambaleaba con indecisión sobre una moqueta lo bastante sucia como para no poder adivinar su color real. Era de los que prefería lo tradicional a la nueva tecnología incipiente.
Su pluma mont blanc descansaba sobre un montón de folios blancos esparcidos sobre la mesa que coronaba la habitación sumida en la penumbra. Unas cortinas demasiado tupidas impedían que la escasa luz otoñal bañara la marginal estancia. Hacia frío, pero el vino le mantenía las venas calientes y le sonrojaba las mejillas aparentemente carentes de color. Una barba de tres días le otorgaba un aire envejecido que no se molestaba en cambiar.
Tenia una memoria esquiva, imprecisa y menguante a medida que pasaban los años. Ni siquiera podía recordar la última vez que decidió levantarse de ese sofá, pero recordaba nítidamente cada segundo que pasaba y dejaba escapar.
Seguía ahí, esperándola, consumiéndose como el cigarrillo que le teñía unos dedos desprovistos de creación. Seguro de que se le había escapado para siempre al abrir alguna ventana de su razón.
Se dedicaba a buscar, sin éxito, cualquier excusa para manchar el papel. Y se consumía entre bocanadas de humo que le nublaban la visión, impidiéndole divisar el contoneo de formas en un baile sinuoso de aquello que deseas ver y simplemente tienes que crear.
A través de la ventana, como siempre, la noche cubría la ciudad...