Visitas

Esa impresión de estar atravesando el aire, de perforar el infinito con tu cuerpo tembloroso. La sensación que produce el poder ver por debajo de tus pies, sin obstáculos. El escalofrío que recorre tus extremidades al elevarte hacia la nada, ese hormigueo que solo tu vientre puede explicar mientras aguantas la respiración.
Es como una subida de adrenalina, como ese cigarrillo apurado después de un buen café. Sentado, tranquilo... igual que cuando cierras la tapa de aquel libro que tanto ansiabas leer.
Sentir que no posees el control y abandonarte a tu destino.

Que rápido pasa el tiempo... sin darte cuenta el mañana se convierte en pasado. Las nubes son ahora el paisaje que observas desde tu ventana y la imagen que ves reflejada en el espejo, eres tu otra vez.
Te recuerdas que aún le debes una visita y sin querer, se te escapa esa lágrima que ya creías no tener.
El momento del reencuentro vuelve a ser silencioso, como la última vez, cuando no sabías si os volveríais a ver. Ella te escucha, siempre atenta bajo la quietud que reina en el lugar... Tan místico. Cada vez que te adentras en sus dominios te invade esa extraña sensación que no puedes explicar.
Te gusta la complicidad que compartís, las mudas y largas conversaciones que mantenéis forman parte de un ritual que os pertenece. Ritual para dos.
Tan presente el pasado que se confunde con el futuro...