Miradas entre sombras

Estaba siendo un verano terriblemente asfixiante, pero esa noche se encontraba especialmente exhausto por el calor. Hubiera preferido estar en el culo del mundo pasando frío, pero no, estaba sudando como un cerdo en el balcón de su tercer piso sin ascensor. Morir por convulsión instantánea no era su idea de pasar al otro mundo con celebridad.
Había estado observándola cada noche desde ese mismo lugar. La veía pasear y acariciar a ese perro que empezaba a crisparle los nervios. Cuantas veces había deseado estar en su lugar, ser un simple canino y poder recostarse entre los voluptuosos pechos de su ama.
Sus caderas eran un vaivén de sensualidad que él sabía que le entregaba. Estaba seguro de que notaba su presencia escondida entre las sombras, que podía sentir sus ojos clavados en cada curva de su silueta. Él tenía la certeza de que su baile era un regalo que sabía aprovechar; Sólo quería ponerle nervioso, invitarle a que diera rienda suelta a su imaginación.
Sólo una puta que lograba ponerle caliente.
Aquella noche no se masturbó. Bajó los tres pisos despacio, acariciando la idea del contacto con su piel. La tenue luz de las farolas ocultaba su presencia en una calle desierta a esas altas horas de la madrugada. Siempre se había preguntado porque tan tarde... y sola. Ahora sabía que sólo era una provocación, que ella estaba esperando aquello que iba a suceder...

(Continuará...)