Jugando con la vida

Había entrado con la decisión de hacerlo, con la convicción de realizar aquello que anhelaba y borrar así, de golpe, sin más, cualquier tipo de remordimiento. Alejar fantasmas no resultaba tarea fácil cuando estos habitan, cual ocupas, en tu cabeza desamueblada. Los escuchaba a todas horas, cada vez que habría la boca. Algunas veces me exigían, otras me rogaban.
El calor de aquel verano resultaba insoportable, agotador.
Pasé por delante del espejo sin prestarle atención, como de costumbre. Ese pequeño habitáculo había terminado convirtiéndose en mi refugio; un lugar sagrado donde realizaba mis rituales en soledad.
Los reproches eran como pequeños impulsos eléctricos que mi cerebro mandaba a mi estomago. Como bombas lanzadas desde mi inconsciencia con la única intención de destruir, de destruirme. Mi mente deseaba imposibles que ya eran reales ante el anónimo e invisibles para mi.
Un círculo vicioso del que, una vez dentro, ya no puedes escapar.
Abrí el grifo y me senté en el borde de la bañera, frente al retrete. Conocía demasiado bien aquella situación. Me sentía débil, al borde del desmayo. El constante ruido del agua al caer se colaba por mis oídos evadiéndome de la realidad. Podía notar como la ira recorría mis venas expandiéndose por todo el cuerpo. Levantar la tapa era como una inyección de adrenalina. Éxtasis recorriendo mis sentidos.
Mi mente era un desierto de pensamientos cuando introduje dos dedos en una garganta desprovista de sensibilidad. Empujé hacía su interior con la mayor fuerza de la que fui capaz mientras mi cuerpo era convulsionado por las terribles arcadas, sacudido cual volcán en plena erupción. Jugos gástricos arrasando mis papilas gustativas.
Noté como un sudor frío recorría la superficie de una piel ligeramente dorada. El escaso vello de mis brazos se erizó al mismo tiempo que mi vista empezaba a nublarse paulatinamente. La fina tela de mi camiseta holgada adherida a mi espalda empapada...
Las lágrimas se juntaban con la masa indescriptible que descansaba en la turbia agua que mis ojos se negaban a observar...
El blanco polar de las paredes acallando las voces de mi cabeza.