Huracán en el desierto

Tenemos una memoria selectiva. Nuestro cerebro esta programado para recordar aquello que nosotros le permitimos, omitiendo partes del pasado que no se quieren revivir, ni siquiera en blanco y negro. Recordamos intereses perdidos en el tiempo, intereses que recuperamos momentáneamente al echar la vista atrás.
Rememoramos, sí. Rememoramos momentos vividos imposibles de olvidar.

Quizás no hacía tanto calor, quizás solo es un factor añadido de mi imaginación, pero era verano. Llegaban por aquel entonces aires nuevos a una vida que pretendía vivir en pasado perdiéndose lo que por aquel entonces parecía ser su presente. Eran sin duda, días de pérdidas. Era como vivir constantemente bajo una nube negra que prometía tormenta. Como un barco a la deriva en pleno oleaje.
Los días avanzaban a tientas por entre las tinieblas de mi mente con la única luz de la esperanza alumbrando un corazón repleto de heridas sin cicatrizar.
Llegaste casi por casualidad, sin que yo lo deseara. Como un huracán en medio del desierto. Te colaste en mis sentidos alterando mi percepción del momento, tomando el timón de mi destino. Mis pensamientos jugaban por aquel entonces a la ruleta rusa con mi vida y me arrebataste el revolver de la razón. Tu presencia fue el antídoto que no lograba encontrar, la luz que me conducía a una salida que, hasta entonces, no lograba ver.

A veces los recuerdos son nítidos como agua cristalina, a veces y, solo a veces, el presente es la viva imagen de aquello que antaño deseaste...
De tu mano por el sendero de la vida...